El misterioso cetro de dragón en el cielo

Había una vez en un reino lejano donde los dragones eran los guardianes de un valioso cetro que otorgaba poderes especiales a quien lo poseyera. La princesa Lina, una joven valiente y curiosa, escuchó hablar del cetro y decidió emprender un viaje para encontrarlo.

En su travesía, la princesa se encontró con un joven aventurero llamado Mateo, quien se unió a ella en su misión. Juntos recorrieron valles, bosques y montañas hasta llegar a las tierras altas donde se encontraba el misterioso castillo en el cielo custodiado por el temible dragón de fuego.

Al acercarse al castillo, el dragón salió rugiendo lanzando llamas por su boca. La princesa y Mateo lograron esquivar las llamas y finalmente llegaron a la entrada del castillo. Allí encontraron al mago del reino, quien les advirtió sobre las trampas mortales que protegían el cetro del dragón.

Decididos a cumplir su cometido, la princesa y Mateo entraron al castillo enfrentando retos y peligros en cada paso que daban. Finalmente, llegaron a la sala del trono donde reposaba el cetro dorado que brillaba con una luz mágica.

Justo cuando la princesa extendió su mano para tomar el cetro, el suelo comenzó a temblar y una voz misteriosa resonó en la sala. Era el espíritu del dragón hablando a través de una runa en la pared, retando a los intrusos a demostrar su valía y coraje para obtener el preciado objeto.

La princesa y Mateo se miraron con determinación y aceptaron el desafío. El mago del reino les entregó dos collares mágicos que les otorgaban la habilidad de levitar por un corto periodo de tiempo. Con las runas iluminadas en el suelo, la pareja tuvo que realizar un complicado baile siguiendo el patrón marcado por las luces.

Al compás de la música mágica, la princesa y Mateo danzaron cogidos de las manos toda la noche, moviéndose con gracia y destreza. Cada vez que completaban una secuencia, una parte de la sala se iluminaba revelando un camino hacia el cetro.

Finalmente, con el último paso de baile, las puertas del trono se abrieron y el cetro quedó al alcance de la princesa. Con lágrimas en los ojos por la emoción del momento, la princesa tomó el cetro y en ese instante el hechizo que mantenía al dragón en el castillo se rompió y éste desapareció en una bruma dorada.

El mago del reino felicitó a la princesa y a Mateo por haber superado la última prueba y les agradeció por liberar al dragón, quien en realidad era protector del cetro y del castillo. La princesa juró usar el poder del cetro para el bien de su reino y emprendió el regreso junto a Mateo con el amanecer iluminando su camino de regreso a casa, cargando el cetro con amor y gratitud en sus corazones.

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