Érase una vez en un oscuro y misterioso bosque, un monstruo llamado Rufus. A pesar de su gran tamaño y su apariencia aterradora, Rufus era muy diferente a los demás monstruos. ¿Por qué? Porque Rufus odiaba gritar.
En el bosque vivían otros monstruos que pasaban el día rugiendo y gritando tan fuerte que temblaban los árboles. Pero Rufus no entendía por qué debían ser tan ruidosos. A él no le gustaba asustar a los demás habitantes del bosque, prefería la tranquilidad y la paz.
Un día, los otros monstruos le dijeron a Rufus que si no aprendía a gritar como ellos, no podría participar en el concurso anual de rugidos y sería excluido del grupo. Rufus se puso triste, no quería ser rechazado, pero tampoco quería cambiar quién era.
Decidió entonces buscar la ayuda de la sabia Lechuza Azul, quien vivía en lo más alto de un antiguo roble. Le contó a la Lechuza su problema y esta le dijo: ‘Rufus, no necesitas gritar para encajar. Tienes otras cualidades que te hacen especial. Debes demostrar a los demás que la valentía y el compañerismo son más importantes que ser ruidoso’.
Con el consejo de la Lechuza en su corazón, Rufus decidió demostrar a los demás monstruos que era digno de ser parte del grupo, a pesar de su aversión por el grito. Se acercó al lago del bosque donde se encontraban los monstruos practicando sus rugidos para el concurso.
Uno de los monstruos más grandes y ruidosos, llamado Grunón, se burló de Rufus y le dijo que era un cobarde por no querer gritar. Rufus, en lugar de enfadarse o asustarse, le respondió con calma: ‘No necesito gritar para ser valiente. La verdadera valentía viene de ser fiel a uno mismo y no dañar a los demás’.
Los demás monstruos se sorprendieron por la sabiduría de Rufus y comenzaron a respetarlo por su fortaleza interior. Llegó el día del concurso de rugidos y, aunque Rufus no participó, los otros monstruos decidieron otorgarle un premio especial por su actitud noble y amable.
Desde entonces, Rufus siguió viviendo en el bosque, siendo fiel a sí mismo y demostrando que no hace falta ser como los demás para ser aceptado. Aprendió que la verdadera belleza está en la diversidad y en la aceptación de las diferencias.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Espero que lo hayas disfrutado, pequeño lector. ¡Recuerda siempre ser como Rufus, fiel a ti mismo!
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