El circo que solo brillaba bajo la luna

Había una vez un circo muy especial, conocido como ‘El circo que solo brillaba bajo la luna’. Este circo no se presentaba durante el día, solo abría sus puertas cuando la noche caía y la luna iluminaba el cielo. En él, los malabaristas lanzaban sus pelotas brillantes, los payasos contagiaban risas a todos los espectadores y los acróbatas realizaban saltos increíbles bajo la luz plateada.

Pero un día, una terrible noticia llegó al circo: la luna había desaparecido del cielo. Sin su luz, el circo no podría brillar y todos temían tener que cerrar sus puertas para siempre. El dueño del circo, el mago Luna, reunió a todos los artistas y les dijo con voz preocupada:

– Queridos amigos, la luna ha desaparecido y no podemos seguir con nuestros espectáculos nocturnos. Necesitamos encontrar una solución antes de que sea demasiado tarde. ¿Alguna idea de cómo recuperar la luz de la luna?

Los artistas se miraron unos a otros, pensando en cómo podrían resolver ese problema tan grave. Fue entonces cuando el payaso Pelusón levantó la mano y dijo con entusiasmo:

– ¡Yo tengo una idea! He escuchado que en el Bosque Encantado vive una hada muy poderosa que puede devolver la luz a la luna. Si vamos juntos al bosque, tal vez podamos convencerla de ayudarnos.

Sin dudarlo, los artistas del circo se prepararon para emprender esta peligrosa pero emocionante misión. Cabalgando en sus coloridos carromatos, se dirigieron hacia el Bosque Encantado, un lugar misterioso y repleto de criaturas mágicas.

Tras horas de travesía, finalmente llegaron al corazón del bosque, donde se encontraron con el hada de la luz. Esta tenía la apariencia de una joven delicada, con alas transparentes que brillaban como diamantes. Al ver a los artistas del circo, el hada sonrió y les preguntó:

– ¿Qué os trae a mi humilde morada, queridos amigos?

El mago Luna se adelantó y explicó la difícil situación que enfrentaban, sin la luz de la luna su circo no podía brillar y traer alegría a grandes y pequeños. El hada escuchó atentamente y tras unos momentos de reflexión, dijo con voz suave:

– Comprendo vuestro problema y quiero ayudaros. Pero devolver la luz a la luna no es tarea fácil, se necesita la magia de la amistad y la colaboración de todos para lograrlo. ¿Estáis dispuestos a trabajar juntos por un bien común?

Los artistas del circo asintieron con determinación, sabían que debían unir sus fuerzas para superar ese desafío. El hada comenzó entonces a tejer un hechizo de luz, pidiendo a cada artista que aportara su talento único a la magia. Los malabaristas lanzaron sus pelotas brillantes, los acróbatas realizaron piruetas en el aire y el payaso Pelusón hizo reír al hada con sus locuras.

Poco a poco, una luz cálida empezó a emanar del centro del círculo formado por los artistas. Aquella luz creció y creció hasta convertirse en un rayo brillante que se elevó hacia el cielo. De repente, la luna volvió a surgir en el firmamento, iluminando el bosque con su resplandor plateado.

El hada sonrió con ternura y dijo:

– Gracias a vuestra unión y amistad, la luz ha vuelto a la luna. Que este evento os recuerde siempre el poder de trabajar juntos y el valor de la solidaridad. Y ahora, amigos del circo, que la luz de la luna guíe vuestro camino y encienda la magia de vuestra actuación cada noche.

Los artistas del circo se despidieron del hada con gratitud y regresaron a su hogar. Desde aquel día, el circo brillaba con una luz especial cada noche, bajo el resplandor de la luna y la magia de la colaboración. Y así, niños y niñas de todas partes volvieron a disfrutar de los increíbles espectáculos del circo que solo brillaba bajo la luna.


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