Érase una vez en un pequeño pueblo, un reloj muy especial que tenía la increíble capacidad de adelantar el tiempo. Este reloj pertenecía al anciano Don Pascual, un amable señor que siempre llegaba tarde a todos sitios porque su reloj siempre marcaba una hora más de la real.
Un día, el niño Tomás, un curioso habitante del pueblo, se encontró con Don Pascual y notó que parecía muy preocupado.
– ¿Qué le sucede, Don Pascual? – preguntó Tomás con curiosidad.
– Ay, querido Tomás, mi querido reloj está estropeado y ahora adelanta el tiempo en lugar de marcarlo correctamente. No sé qué hacer, siempre llego tarde a todos mis compromisos – respondió Don Pascual con tristeza.
Tomás, con su ingenio característico, pensó en cómo podría ayudar a Don Pascual a solucionar su problema. Recordó que en el pueblo vivía la bruja Melinda, famosa por ser muy sabia y por tener soluciones para todos los problemas.
Decidió entonces acompañar a Don Pascual a visitar a la bruja Melinda. Al llegar a su casa, la bruja los recibió con una cálida sonrisa y escuchó atentamente el problema del reloj que adelantaba el tiempo.
– No te preocupes, querido Don Pascual, tengo justo lo que necesitas para arreglar tu reloj. Pero necesitaré la ayuda de Tomás para llevar a cabo mi hechizo – dijo la bruja con misterio en sus ojos.
Tomás asintió con entusiasmo y la bruja comenzó a preparar sus ingredientes mágicos. Realizó un hechizo especial mientras Don Pascual sostenía el reloj en sus manos. De repente, una luz brillante envolvió el reloj y, al desvanecerse, el reloj volvió a marcar la hora correcta.
– ¡Lo logramos! – exclamó Tomás emocionado.
Don Pascual, con lágrimas de alegría en los ojos, agradeció a la bruja Melinda y a Tomás por haber solucionado su problema. Desde ese día, el reloj nunca más adelantó el tiempo, permitiendo a Don Pascual llegar a tiempo a todos sus compromisos.
Y colorín colorado, este cuento mágico y encantado se ha acabado.
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