Había una vez en un pequeño pueblo, en lo más profundo del bosque, una higuera mágica llamada la higuera de los relatos olvidados. Esta higuera guardaba en sus hojas los cuentos más maravillosos y fantásticos que cualquier niño pudiera imaginar.
Un día, la higuera de los relatos olvidados empezó a perder sus hojas y, con ellas, los cuentos que guardaba en su interior. Los habitantes del pueblo, especialmente los niños, se entristecieron al no poder escuchar más las historias que tanto amaban.
Los niños decidieron unirse para ayudar a la higuera mágica. Pensaron en cómo podrían hacer para que volviera a crecer y recuperar sus hojas, y así, los relatos perdidos.
Fue entonces cuando la niña más valiente del pueblo, llamada Sofía, tuvo una idea brillante. Se acordó de que su abuela le había contado una vez que las higueras necesitan cariño y atención para crecer fuertes y sanas. Sofía propuso que cada niño del pueblo cuidara la higuera durante un día, dándole todo su amor y dedicación.
Los niños aceptaron felizmente el plan de Sofía y, día tras día, se turnaban para regar la higuera, podar sus ramas y hablarle con cariño. Poco a poco, la higuera de los relatos olvidados empezó a recuperarse. Sus hojas volvieron a brotar y con ellas, los cuentos perdidos volvieron a la vida.
Los niños se maravillaron al ver cómo la higuera mágica volvía a estar llena de color y vida, y cómo los relatos fluían de sus ramas como si fueran susurros de magia. Desde ese día, los niños del pueblo cuidaron la higuera con amor y respeto, asegurándose de que nunca más perdiera sus hojas ni los preciosos cuentos que guardaba en su interior.
Y así, la higuera de los relatos olvidados siguió siendo el lugar favorito de los niños, donde cada tarde se reunían para escuchar las historias más increíbles contadas por las hojas temblorosas al viento. Y colorín colorado, este cuento mágico se ha acabado.
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