Érase una vez en la granja del Valle Feliz, vivía Margarita, una oveja muy curiosa y lista a la que le encantaba resolver misterios.
Un día, el granjero Juan fue a buscar a Margarita muy preocupado. Había desaparecido su collar de oro y necesitaba ayuda para encontrarlo.
—Margarita, ¿podrías ayudarme a resolver este misterio? —preguntó el granjero.
—Claro que sí, granjero Juan. ¡Soy la mejor detective del Valle Feliz! —respondió Margarita con entusiasmo.
Así que Margarita comenzó a investigar. Observó con atención el lugar donde el granjero solía dejar su collar, buscó pistas e hizo muchas preguntas a los demás animales de la granja.
—¿Alguna pista que pueda ayudarnos a resolver este misterio?
Las gallinas, el cerdo Pepe, el caballo Estrella y hasta el gato Simón, todos ayudaron con lo que recordaban. Pero ninguna pista parecía llevar a la solución.
Margarita decidió entonces pensar fuera de la caja. Recordó que los cuervos les encantaba recoger cosas brillantes para hacer sus nidos. Así que decidió buscar en lo alto de los árboles del bosque.
Después de buscar arriba y abajo, Margarita vio algo brillando en lo alto de un viejo roble. Subió con cuidado y ¡allí estaba el collar de oro!
Bajó rápidamente y regresó con el granjero Juan, entregándole su preciado collar.
—¡Oh, Margarita! ¡Eres increíble! ¡Gracias por ayudarme a resolver el misterio! —exclamó el granjero Juan, emocionado y agradecido.
—Ha sido un placer, granjero Juan. Me encanta resolver misterios y ayudar a mis amigos —respondió Margarita con una sonrisa.
Y así, Margarita demostró una vez más que, con astucia, observación y un poco de pensamiento creativo, cualquier misterio puede ser resuelto. Desde aquel día, todos en la granja la conocieron como ‘Margarita, la detective’ y cada vez que surgía un misterio, todos sabían a quién acudir.
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