En una isla muy lejana llamada Isla Encantada, vivía Ana, una niña curiosa y valiente que siempre soñaba con encontrar un lugar donde todos sus sueños se hicieran realidad. Un día, mientras paseaba por la playa, descubrió una botella con un mensaje mágico que decía: ‘En la montaña de los deseos, tus sueños se volverán realidad’.
Entusiasmada, Ana decidió emprender un viaje hacia la montaña de los sueños. En su camino, se encontró con el Hada Celeste, quien le advirtió sobre los peligros que tendría que enfrentar para lograr su cometido.
Al llegar a la montaña, Ana se adentró en un bosque encantado donde cada paso era más difícil que el anterior. De repente, se encontró frente a un puente custodiado por un enorme dragón. Nuestro valiente personaje recordó entonces las palabras del Hada Celeste y decidió utilizar su astucia en lugar de enfrentarse al temible dragón.
‘¡Hola, Sr. Dragón! ¿Cómo estás hoy? ¿Sabrías decirme cómo cruzar este puente para llegar a la montaña de los sueños?’ preguntó Ana con voz temblorosa.
El dragón, sorprendido por la amabilidad de la niña, decidió ayudarla y le dijo: ‘Para cruzar el puente, debes resolver mi acertijo: ¿Qué cosa tiene patas en la mañana, a mediodía y por la noche?’
Ana, pensativa, recordó las enseñanzas de su abuela y respondió: ‘¡Es la cama!’. El dragón, impresionado, apartó sus enormes alas y dejó pasar a Ana hacia la montaña de los sueños.
Una vez en la cima de la montaña, Ana se encontró con una puerta mágica que le pedía otra adivinanza para poder abrirla. Esta vez, el enigma decía: ‘Tiene hojas pero no es un árbol, tiene agua pero no es un río. ¿Qué es?’
Nuestra protagonista recordó sus momentos de lectura y contestó emocionada: ‘¡Es un libro!’. La puerta se abrió lentamente, revelando un mundo lleno de colores y magia donde los sueños se hacían realidad.
Dentro, Ana pudo ver un hermoso jardín con flores que cantaban, árboles que bailaban y hasta nubes de algodón de azúcar. Estaba extasiada ante tanta belleza, pero recordó que su deseo más profundo era encontrar un lugar donde pudiera volar.
Entonces, se acercó al Lago de los Deseos y susurró su anhelo más profundo: ‘Quisiera poder volar como un pájaro y explorar todos los rincones de esta isla maravillosa’. Al instante, se sintió ligera como una pluma y sus pies abandonaron el suelo.
‘¡Estoy volando, estoy volando!’ gritó Ana, sintiendo la brisa acariciar su rostro mientras se elevaba por los cielos. Había logrado su sueño gracias a su valentía, astucia y sabiduría.
Desde entonces, Ana visitaba la montaña de los sueños cada vez que quería hacer realidad sus deseos más profundos y recordaba que, con esfuerzo y determinación, cualquier sueño podía convertirse en realidad en la Isla Encantada.
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