La pizarra que dibujaba los sueños

Érase una vez en un colegio muy especial, una pizarra mágica que tenía el poder de hacer realidad todo lo que se dibujaba en ella. Esta pizarra no era una pizarra común, ¡no! Era una pizarra que dibujaba los sueños de aquellos que se atrevían a imaginar cosas maravillosas.

Los niños y niñas del colegio adoraban esa pizarra, pasaban horas y horas dibujando castillos, naves espaciales, unicornios y hadas. Pero un día, la pizarra dejó de funcionar y ya no cumplía los deseos de los pequeños artistas. Todos estaban muy tristes y no sabían qué hacer.

La protagonista de nuestra historia, Luna, una niña muy creativa y soñadora, decidió investigar qué le pasaba a la pizarra. Se acercó a ella y con su mejor letra, escribió: ‘¿Por qué ya no cumples nuestros deseos?’. Para sorpresa de Luna, la pizarra cobró vida y unas letras doradas aparecieron: ‘Para que vuelva a funcionar, debes resolver el acertijo de los colores perdidos’.

Luna no se amilanó, le encantaban los retos y estaba dispuesta a descubrir qué significaba el enigma de los colores perdidos. Convocó a sus amigos Pablo, Marta y Marcos, y juntos se dispusieron a encontrar la solución.

Los cuatro niños recorrieron cada rincón del colegio, buscando pistas que los acercaran a la resolución del acertijo. Después de mucho buscar, se dieron cuenta de que en cada lugar que visitaban, encontraban objetos de colores que faltaban en la pizarra: el rojo de las manzanas de la merienda, el azul del cielo, el verde de las plantas del patio y el amarillo del sol.

De repente, a Luna se le iluminó una bombilla en la cabeza y exclamó: ‘¡Ya sé cuál es el enigma de los colores perdidos! Debemos traer todos estos objetos de colores y colocarlos frente a la pizarra’.

Los niños, emocionados por la brillante idea de Luna, siguieron sus instrucciones y reunieron frente a la pizarra todos los objetos de colores que habían encontrado en su búsqueda. En cuanto lo hicieron, la pizarra comenzó a brillar con intensidad y una ráfaga de viento mágico recorrió el colegio.

De repente, los objetos cobraron vida y saltaron dentro de la pizarra, como si fueran a sumergirse en un mundo de fantasía. Y así fue, la pizarra empezó a dibujar por sí sola todas las escenas que los niños habían imaginado, cobrando vida en un espectáculo de luces y colores maravilloso.

Los niños no podían creer lo que veían, estaban extasiados viendo cómo sus sueños se hacían realidad frente a sus ojos. La pizarra había vuelto a funcionar gracias a la astucia y determinación de Luna y sus amigos.

Desde ese día, la pizarra nunca volvió a fallar y los niños del colegio siguieron dibujando sus sueños y viendo cómo se hacían reales en aquel mágico lugar. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.


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