Había una vez, en un pequeño pueblo encantado, una niña llamada Ana. A Ana le encantaba pasear por el bosque y observar la naturaleza. Un día, mientras caminaba, encontró un caracol muy especial. Este caracol, a diferencia de los demás, ¡hablaba! Ana no podía creerlo. El caracol le dijo: ‘Hola, soy Caracolito, ¿cómo estás?’ Ana, sorprendida, respondió: ‘¡Wow, un caracol que habla! ¡Estoy muy bien!’.
Desde ese día, Ana y Caracolito se hicieron grandes amigos. Charlaban y se reían juntos mientras recorrían el bosque. Pero un problema surgió cuando una tarde, un pájaro travieso se llevó a Caracolito volando. Ana, asustada, no sabía qué hacer. Se sentía triste y preocupada por su amigo.
Decidió pedir ayuda a los otros animales del bosque. Primero, fue a hablar con Zorro, quien era muy astuto. Zorro le dijo: ‘Tranquila, amiga Ana. Sé a dónde suelen ir los pájaros. Sígueme’. Juntos, recorrieron el bosque hasta llegar al nido del pájaro. Pero, para su sorpresa, el nido estaba vacío. ‘¡Oh no, Caracolito no está aquí!’, exclamó Ana con tristeza.
Entonces, decidieron ir a buscar a Sabu, el búho sabio. Sabu escuchó atentamente la historia de Ana y, pensativo, le dijo: ‘Creo saber quién puede ayudarte. Ve al estanque de los nenúfares y busca a la Tortuga Marina’. Ana y Zorro se apresuraron en ir al estanque. Encontraron a la Tortuga Marina descansando sobre una roca. Ana le contó lo sucedido y la Tortuga, con calma, le dijo: ‘No te preocupes, pequeña amiga. Los pájaros suelen llevar cosas brillantes a sus nidos. Vayamos a buscar juntas’.
Así, Ana, Zorro y Tortuga Marina buscaron entre los árboles hasta que encontraron un destello en lo alto. Era el nido del pájaro con Caracolito dentro. Pero el nido estaba en una rama muy alta y no sabían cómo llegar. Entonces, Tortuga Marina dijo: ‘Yo puedo llevarte en mi caparazón hasta allá arriba’. Y así lo hizo. Ana alcanzó el nido, rescató a Caracolito y lo abrazó con alegría.
De regreso en el suelo, Caracolito agradeció a sus amigos por rescatarlo. Ana estaba feliz de tener a su amigo nuevamente a salvo. Desde ese día, prometieron cuidarse mutuamente en el bosque encantado. Y así, entre risas y aventuras, la niña que charlaba con un caracol y sus amigos vivieron felices para siempre.
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