Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pueblo muy especial. En este lugar, todas las emociones de las personas se manifestaban en forma de color, por lo que cada habitante irradiaba una tonalidad diferente según su estado de ánimo. Sin embargo, Mateo era diferente, ya que desde que nació, sus ojos veían en blanco y negro.
Un día, mientras jugaba en el parque, Mateo se encontró con Lucía, una niña con cabellos tan brillantes como el sol y ojos del color del mar. Lucía estaba llorando y sus lágrimas caían al suelo transformándose en un color azul intenso y brillante. Mateo, asombrado, se acercó a ella y le preguntó con curiosidad:
—¿Por qué lloras, Lucía?
—Porque he perdido mi pelota favorita en el bosque y no puedo encontrarla —respondió ella entre sollozos.
Mateo, decidido a ayudar a su nueva amiga, se secó las lágrimas con delicadeza y le dijo:
—No llores, Lucía. Juntos encontraremos tu pelota, ¡te lo prometo!
Así, Mateo y Lucía se adentraron en el oscuro bosque en busca de la pelota perdida. El camino estaba lleno de obstáculos y peligros, pero su amistad les daba fuerzas para seguir adelante. De repente, escucharon un ruido extraño entre los árboles y vieron a un grupo de duendecillos traviesos que jugaban con la pelota de Lucía.
Mateo se acercó a los duendecillos y con voz firme les dijo:
—¡Devuélvanle la pelota a Lucía, por favor! Es muy importante para ella.
Los duendecillos, al escuchar la tristeza en la voz de Mateo, se sintieron afligidos y le devolvieron la pelota a Lucía, pidiéndole disculpas. La niña, llena de alegría, abrazó a Mateo y le agradeció su valentía y amistad.
De repente, un destello de luz iluminó el bosque y una energía cálida y reconfortante envolvió a los niños. Cuando Mateo abrió los ojos, pudo ver el mundo lleno de colores por primera vez. Los árboles verdes, el cielo azul, las flores de colores vibrantes; todo cobró vida ante sus ojos maravillados.
Lucía, emocionada, le dijo a Mateo:
—¡Has encontrado el azul en una lágrima, Mateo! Gracias a tu valentía y amistad, el mundo se ha llenado de color para ti.
Desde ese día, Mateo y Lucía se convirtieron en los mejores amigos y juntos vivieron muchas aventuras llenas de colores y emociones. Y aunque el azul seguía siendo su tonalidad favorita, Mateo aprendió que la verdadera riqueza estaba en la diversidad y en la amistad sincera que le brindaba Lucía.
Apúntate a la newsletter y recibe cuentos como este directamente en tu correo electrónico.