Érase una vez, en un frondoso bosque, tres ardillas muy curiosas llamadas Pancho, Lola y Mateo. Un día, las ardillas se encontraron con un gran problema: el arroyo que siempre habían cruzado para llegar a su madriguera se había desbordado a causa de una fuerte tormenta y ahora tenían que encontrar una manera de cruzarlo.
Las ardillas se miraron preocupadas, sin saber qué hacer. Entonces, Pancho, el más valiente del grupo, dijo: «No nos preocupemos, seguro que encontramos una solución juntos». Y así, decidieron buscar una forma de cruzar el arroyo sin mojarse.
Después de pensar durante un rato, a Lola se le ocurrió una idea genial: «¡Podemos caminar sobre el agua como si fuéramos magos! He oído que algunos animales pequeños pueden hacerlo». Los tres amigos se pusieron manos a la obra y comenzaron a idear un plan para caminar sobre el agua.
Primero, buscaron ramas y hojas grandes para construir unas pequeñas balsas improvisadas. Luego, con cuidado, se adentraron en el arroyo y colocaron las balsas en el agua. Con un poco de miedo y mucha concentración, Pancho, Lola y Mateo subieron a las balsas y empezaron a dar pasitos lentos sobre el agua.
Al principio, parecía que las balsas se hundirían, pero las ardillas se mantenían unidas y en equilibrio, confiando en que juntos podrían lograrlo. Y así fue, paso a paso, lograron cruzar el arroyo sin caerse al agua. Al llegar al otro lado, las ardillas se abrazaron emocionadas y felices por haber superado el desafío.
De vuelta en tierra firme, Mateo exclamó, «¡Lo logramos! Con trabajo en equipo y un poco de creatividad, podemos superar cualquier obstáculo que se nos presente». Pancho asintió y dijo, «Nunca subestimemos el poder de la colaboración y la imaginación». Y así, las tres ardillas aprendieron una gran lección ese día: que juntos, podían hacer cosas increíbles.
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