El amigo invisible que jugaba a las escondidas

Había una vez, en un precioso bosque encantado, un grupo de animalitos que eran muy amigos. Todos los días se reunían para jugar y divertirse juntos. Pero un día, uno de ellos, el amiguito invisible, decidió esconderse y jugar a las escondidas sin avisar a sus amigos.

Los animalitos, como el conejito Saltarín, la ardillita Escurridiza y el pajarito Cantor, no entendían qué había pasado con su amigo invisible. Estaban muy preocupados y tristes por su desaparición. Así que decidieron unir fuerzas para buscarlo y resolver el misterio.

El conejito Saltarín, con sus orejitas bien erguidas, propuso: «Creo que nuestro amigo invisible se ha escondido en lo más profundo del bosque. Debemos buscar entre los árboles y arbustos».

La ardillita Escurridiza, con sus rápidos movimientos, dijo: «Yo puedo trepar a los árboles y buscar desde arriba. Quizás desde allí podamos ver a nuestro amigo».

El pajarito Cantor, con su melodiosa voz, sugirió: «Cantemos su canción favorita, tal vez eso lo haga salir de su escondite y se una a nosotros».

Así que los tres amigos decidieron internarse en el bosque y empezar la búsqueda. El conejito Saltarín saltaba de un lado a otro, revisando detrás de cada árbol. La ardillita Escurridiza trepaba a las ramas más altas, buscando entre las hojas. Y el pajarito Cantor cantaba una hermosa canción que resonaba en todo el bosque.

De repente, mientras seguían buscando, escucharon una suave risita que parecía venir de un árbol cercano. Se acercaron con cuidado y, al mirar en la base del tronco, encontraron a su amigo invisible, que se destapó la capa de invisibilidad y les dijo riendo:

«¡Ja, ja, ja! ¡Me encontraron, amigos! Estaba jugando a las escondidas y ustedes fueron muy buenos detectives al descubrirme. Perdón por asustarlos, solo quería divertirme un poco».

Los animalitos, aliviados y felices de haber encontrado a su amigo, le abrazaron con cariño. El conejito Saltarín exclamó: «¡Qué susto nos diste, amigo invisible! Pero nos alegra que estés bien y que estemos juntos de nuevo».

Desde ese día, el amigo invisible ya no jugó más a las escondidas sin avisar. Comprendió lo importante que era para sus amigos estar unidos y disfrutar juntos de sus juegos. Y así, entre risas y abrazos, continuaron viviendo grandes aventuras en el bosque encantado.


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