El columpio que cruzaba los siglos

Había una vez, en un pequeño pueblo perdido entre montañas, un columpio mágico que tenía el poder de cruzar los siglos. Este columpio, hecho de madera antigua y cuerdas de oro, se balanceaba suavemente en el patio de una vieja casa abandonada. Nadie recordaba quién lo había construido ni cuándo, pero todos sabían de su increíble poder.

Un día, Lucas, un niño curioso de 7 años, descubrió el columpio mientras jugaba a las afueras del pueblo. Intrigado por su belleza, decidió subirse y balancearse. Para su sorpresa, en cuanto el columpio comenzó a moverse de un lado a otro, sintió que todo a su alrededor cambiaba. El paisaje, las casas e incluso la ropa que llevaba puesta parecían pertenecer a otra época.

Asustado pero emocionado, Lucas decidió explorar este nuevo mundo en el que se encontraba. Conforme el columpio iba avanzando en el tiempo, el niño se dio cuenta de que estaba en la Edad Media. Vio a caballeros y doncellas paseando por las calles empedradas, y un imponente castillo en lo alto de la colina.

De repente, una voz grave lo sacó de su ensimismamiento. -¿Quién eres y qué haces aquí, extraño?- preguntó un caballero con armadura. Lucas, temeroso pero valiente, le contó cómo había llegado hasta allí y el caballero, asombrado, decidió ayudarlo a encontrar la manera de regresar a su propio tiempo.

El caballero lo llevó al anciano del pueblo, quien conocía todos los secretos de la magia antigua. Juntos idearon un plan para devolver a Lucas a su época, pero para ello necesitaban encontrar un objeto muy especial: la piedra del tiempo, escondida en lo más profundo del bosque encantado.

Con valentía y astucia, Lucas, el caballero y el anciano se adentraron en el bosque, sorteando peligros y enigmas. Tras una larga búsqueda, encontraron la piedra brillante resguardada por un hada mágica. Lucas supo, intuitivamente, que debía hacer algo extraordinario para conseguir la piedra y lograr regresar a su tiempo.

Entonces, recordó las palabras de su abuela: que la verdadera magia reside en el corazón de las personas, en su capacidad de amar y creer en lo imposible. Con esta certeza en su interior, se acercó al hada y le habló con sinceridad. Le contó sobre su familia, sus sueños y la bondad que había encontrado en aquel mundo lejano. El hada, conmovida por sus palabras, le entregó la piedra del tiempo.

De vuelta en el pueblo, Lucas colocó la piedra en el asiento del columpio y en un destello de luz dorada, regresó a su tiempo, justo al momento en el que se había subido al columpio por primera vez.

Desde entonces, Lucas visitaba el columpio cada día, recordando la increíble aventura que vivió y agradeciendo la magia que había traído a su vida. Y aunque el columpio ya no cruzaba los siglos, seguía siendo un lugar especial donde los sueños y la realidad se fundían en una danza eterna.


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