El niño que encontró el azul en una lágrima

Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Lucas. Lucas tenía el cabello rizado como los rayos del sol al amanecer y unos ojos tan curiosos como el brillo de las estrellas en la noche. Pero a pesar de ser tan alegre y juguetón, Lucas tenía un problema. Había perdido su caja de colores y ya no podía pintar sus sueños en el papel.

Una tarde, mientras paseaba por el bosque cercano, Lucas escuchó un leve sollozo proveniente de un roble centenario. Se acercó con curiosidad y descubrió a una hada diminuta sentada en una hoja de trébol, con una lágrima cristalina rodando por su mejilla.

—¿Por qué lloras, hadita? —preguntó Lucas con ternura.

—He perdido el color azul de mis alas y ya no puedo volar —respondió el hada con voz temblorosa.

El corazón de Lucas se llenó de compasión al ver a la hadita tan apenada. Recordó entonces las historias que su abuela solía contarle, sobre las maravillas ocultas en el mundo que solo pueden ser descubiertas por aquellos que tienen un corazón puro y valiente.

Decidido a ayudar a su nueva amiga, Lucas secó con cuidado la lágrima del hada con la punta de su camisa y le prometió encontrar el color azul que tanto anhelaba.

Así, juntos emprendieron un viaje en busca del azul perdido. Recorrieron valles y montañas, se adentraron en cuevas oscuras y surcaron ríos caudalosos. Pero en todas partes, el azul parecía haber desaparecido por completo.

Una noche, acurrucados junto a un viejo tronco hueco para resguardarse de la lluvia, la hadita susurró a Lucas:

—Dicen que el azul es el color de la nostalgia y la calma, de los sueños que acarician el alma y los secretos que guardan las estrellas en su brillo. Quizás, para encontrar el azul que buscas, debes mirar en tu interior.

Lucas reflexionó sobre las palabras del hada y recordó las veces que había visto el cielo reflejado en el río, el azul intenso de las mariposas revoloteando entre las flores y el brillo plateado de la luna en las noches despejadas. Entonces, una idea brillante iluminó su mente.

Al amanecer, mientras el bosque se despertaba lentamente y los pájaros entonaban su cantar matutino, Lucas pidió a la hadita que cerrara los ojos y confiara en él. Con manos temblorosas, dibujó en el suelo húmedo y cubierto de hojas una enorme esfera azul, con destellos plateados como gotas de rocío al sol.

—¡Abre los ojos, hadita! —exclamó Lucas emocionado.

El hada parpadeó varias veces, sin comprender al principio lo que veía. Pero al enfocar la mirada en el dibujo de Lucas, sus ojos se iluminaron de asombro y gratitud.

—¡El azul perdido! ¡Lo has encontrado en una lágrima de tristeza convertida en esperanza! —exclamó el hada con alegría, mientras sus alas recobraban el brillo azul intenso que tanto ansiaba.

Abrazó a Lucas con fuerza, sintiendo en su corazón el agradecimiento y la magia de la amistad verdadera. Desde ese día, el hada y el niño compartieron innumerables aventuras, descubriendo juntos que la verdadera belleza del mundo reside en los pequeños gestos de bondad y en la capacidad de ver más allá de lo visible.

Y así, Lucas se convirtió en el niño que encontró el azul perdido en una lágrima, demostrando que, aunque a veces los colores parezcan desvanecerse, siempre hay una chispa de luz capaz de devolverles su brillo y esplendor.


Apúntate a la newsletter y recibe cuentos como este directamente en tu correo electrónico.


    CuentIA

    Receive a different story every day to tell your children at bedtime.
    Make going to bed a magical moment for the whole family.

    Legal information

    Privacy policy

    Legal advice

    Cookies policy