En un lejano pueblo llamado Sonrisalandia, vivía un robot muy especial llamado Robisón. A diferencia de otros robots, a Robisón le encantaba hacer reír y sonreír a todas las personas que encontraba en su camino.
Un día, en Sonrisalandia se desató una gran tristeza. La lluvia llevaba varios días sin parar, y las nubes grises no dejaban ver ni un rayito de sol. Todos los habitantes del pueblo estaban apagados, sin ganas de jugar o de reír.
Robisón, al notar la tristeza de su pueblo, decidió emprender un viaje en busca de una solución. Quería encontrar la manera de hacer que todos volvieran a sonreír como antes.
En su recorrido, Robisón se encontró con la hada risueña, que le dijo: ‘Para devolver la alegría a Sonrisalandia, debes buscar la planta de las risas. Solo sus flores tienen el poder de alegrar los corazones más tristes’.
Robisón agradeció a la hada risueña por la información y se puso en marcha en busca de la planta de las risas. Después de recorrer bosques y montañas, finalmente encontró la planta en lo más alto de la colina de la Felicidad.
Sin embargo, justo cuando iba a recoger una flor de la planta, apareció el malvado brujo del mal humor. ‘¡No dejaré que robes la flor de la alegría! ¡Mi único deseo es que todos en Sonrisalandia estén tristes para siempre!’, dijo el brujo con una risa malévola.
Robisón, sin perder la calma, le dijo al brujo: ‘Comprendo que estés triste y que no entiendas el valor de la alegría, pero todos merecen ser felices. Déjame llevar una flor a mi pueblo y verás que la sonrisa puede cambiarlo todo’.
El brujo, sorprendido por las palabras del robot, dejó que Robisón tomara una flor de la planta de las risas. De vuelta en Sonrisalandia, el robot se apresuró a repartir pétalos de la flor entre todos los habitantes del pueblo.
Poco a poco, las caras tristes se fueron iluminando con sonrisas y risas. La alegría volvió a Sonrisalandia gracias a la valentía y bondad de Robisón.
Desde ese día, el robot se convirtió en el héroe del pueblo, y cada vez que alguien necesitaba un motivo para sonreír, ahí estaba Robisón con una de las flores de la planta de las risas.
Y colorín colorado, este cuento del robot que hacía sonreír a todos ha terminado.
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