La pulsera que detenía el tiempo

Érase una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Ana. Ana era una niña curiosa y aventurera a la que le encantaba explorar el bosque que rodeaba su casa. Un día, mientras caminaba por el bosque, encontró una pulsera muy brillante en el suelo. Al recogerla, la pulsera empezó a brillar aún más y de repente, Ana se dio cuenta de que podía detener el tiempo con ella.

Emocionada, Ana decidió probar su nueva habilidad y detuvo el tiempo. Todo a su alrededor se congeló, las hojas de los árboles suspendidas en el aire y los pájaros inmóviles en el cielo. Ana estaba maravillada, ¡ahora podía explorar el mundo sin que nadie la viera!

Sin embargo, mientras jugaba con su nueva habilidad, Ana accidentalmente dejó caer la pulsera y esta se rompió en varios pedazos. El tiempo se empezó a mover de nuevo y Ana entró en pánico al ver que todo a su alrededor volvía a la normalidad.

Preocupada, Ana decidió buscar una solución para arreglar la pulsera y poder detener el tiempo de nuevo. Se adentró en lo más profundo del bosque, preguntando a los animales y hadas que encontraba en el camino si sabían cómo arreglar la pulsera. Finalmente, un búho sabio le dijo que la única manera de arreglar la pulsera era encontrar los cristales mágicos escondidos en lo más alto de la montaña más alta.

Sin perder tiempo, Ana se puso en marcha hacia la montaña. El camino no fue fácil, tuvo que escalar rocas, cruzar ríos y vencer sus miedos. Pero finalmente, después de muchos desafíos, llegó a la cima de la montaña donde encontró una cueva repleta de brillantes cristales de colores.

Con cuidado, Ana escogió los cristales que necesitaba y los colocó en la pulsera rota. En ese momento, la pulsera empezó a brillar de nuevo y Ana supo que volvería a funcionar. Llena de alegría, se puso la pulsera en la muñeca y detuvo el tiempo de nuevo.

Desde ese día, Ana utilizó la pulsera con responsabilidad, asegurándose de aprovechar el tiempo detenido para aprender, explorar y ayudar a los demás. Y aunque ya no necesitaba detener el tiempo con tanta frecuencia, saber que tenía ese poder la hacía sentir valiente y lista para cualquier aventura que la vida le tuviera preparada.

¡Y colorín colorado, este cuento ha terminado!


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