En un pequeño pueblo, vivía un niño llamado Mateo que siempre había soñado con ser un gran explorador. Un día, mientras revolvía el desván de su casa, Mateo descubrió un estante polvoriento lleno de libros antiguos. Entre ellos, encontró un libro muy especial que parecía estar lleno de mapas misteriosos.
Con curiosidad, Mateo abrió el libro y vio un mapa dibujado a mano que mostraba un camino hacia un tesoro escondido. Emocionado, decidió que debía seguir ese mapa y encontrar el tesoro perdido.
El problema era que el mapa parecía indicar un camino muy complicado, lleno de trampas y acertijos. Mateo sabía que no podría resolverlo solo, así que decidió pedir ayuda a sus amigos, Luna y Pablo.
―¡Luna, Pablo! ¡Tienen que ver esto! Encontré un mapa secreto en este libro antiguo y creo que nos llevará a un tesoro escondido!
Los tres amigos observaron detenidamente el mapa y comenzaron a debatir sobre cómo resolver los acertijos que se les presentaban. Tras pensar durante un buen rato, Luna tuvo una idea brillante: p>
―¡Ya sé! Cada acertijo del mapa parece estar relacionado con un elemento de la naturaleza. Si logramos representar cada elemento de forma simbólica, ¡podremos resolver los acertijos y encontrar el tesoro!
Así que los tres amigos se pusieron manos a la obra. El primer acertijo indicaba que debían encontrar un camino a través de un laberinto de árboles. Mateo recordó que en un cuento que había leído anteriormente, los laberintos se representaban con líneas sinuosas, por lo que trazaron un camino sinuoso en el mapa y lograron avanzar al siguiente acertijo.
El segundo acertijo era más complicado, ya que debían cruzar un río sin agua. Pablo sugirió que en los cuentos, los ríos solían representarse con líneas onduladas, por lo que trazaron un puente en el mapa y lograron avanzar una vez más.
Finalmente, llegaron al último acertijo que parecía imposible de resolver. Debían encontrar una forma de atravesar una montaña infranqueable. Luna recordó que en algunos cuentos, las montañas se representaban con triángulos, por lo que trazaron un túnel en forma de triángulo en el mapa y, para su sorpresa, una puerta secreta se abrió frente a ellos.
Al cruzar la puerta, los tres amigos se encontraron con una habitación llena de tesoros brillantes y centelleantes. En el centro, descubrieron un cofre lleno de monedas de oro y piedras preciosas. Habían encontrado el tesoro escondido.
―¡Lo logramos! ¡Hemos encontrado el tesoro! —exclamó Mateo emocionado.
Los tres amigos se miraron con alegría y se dieron cuenta de que, trabajando juntos y utilizando su ingenio, podían superar cualquier desafío. Con el cofre de tesoros en mano, regresaron al pueblo como héroes y nunca volvieron a olvidar la increíble aventura que vivieron gracias a los mapas secretos del estante olvidado.
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