En lo más alto de la montaña invisible vivía un ratón muy especial. Era el gran ratón de la montaña invisible, conocido por su valentía y sabiduría.
Un día, todos los animales del bosque acudieron a él con gran preocupación. Había un problema grave: el arroyo que abastecía de agua al bosque se estaba secando, poniendo en peligro la vida de todos los seres que habitaban allí.
El gran ratón escuchó atentamente a los animales y, con voz tranquila, les dijo: «No teman, encontraré una solución a este problema».
Decidió emprender un viaje para descubrir por qué el arroyo se estaba secando. Durante su travesía, se encontró con el hada de los bosques, quien le dijo: «El arroyo se seca porque el espíritu del agua está triste. Necesitamos encontrar la manera de alegrarlo».
El gran ratón reflexionó y recordó una antigua leyenda que hablaba de una flor mágica que solo crecía en lo alto de la montaña más lejana. Esta flor tenía el poder de alegrar a quienes la contemplaban.
Decidió entonces subir hasta la cima de la montaña más lejana en busca de la flor mágica. El camino era difícil y peligroso, pero el gran ratón no se rindió. Finalmente, tras superar muchos obstáculos, llegó a la cima y encontró la preciosa flor.
Con cuidado, el gran ratón tomó la flor mágica y emprendió el camino de regreso. Al llegar al arroyo, sumergió la flor en sus aguas y, de repente, algo increíble sucedió. El agua empezó a fluir con fuerza, revitalizando el arroyo y devolviendo la alegría al espíritu del agua.
Los animales del bosque celebraron con alegría, agradeciendo al gran ratón por su valentía y determinación. Desde ese día, el arroyo nunca volvió a secarse, y la paz y armonía reinaron en el bosque una vez más.
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